Nos entendemos bien. Yo lo dejo ir a su antojo, y él me lleva siempre adonde quiero. Así comienza Juan Ramón Jiménez el capítulo XV de Platero y yo: Amistad. Seguramente extasiado por alguna de esas solas melancolías de los hombres del monte en que cualquier excusa es buena para hablar del corazón, y es fácil pensar que lo de menos era el burrito, siendo que volver a leerlo después de tanto tiempo a mí me ha hecho pensar en la manera que tienes, mujer, de demostrarme que, antes de amantes, podemos ser buenos amigos. Sé que soy su
felicidad. Hasta huye de los burros y de los hombres...
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