Recuerdo que mi cama y yo éramos los dos uno
sólo, tan conscientes de ello que siempre nos dolía algo, pero contra los monstruos de la infancia, que otra vez te han pillado desprevenido, música y olvido al despertar. Y un buenos días en el teléfono de la chica que se esmera en sonreír como si estuviera la vida para celebrar algo más allá del amor.
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