Añorar a una persona es, a fin de cuentas, y que nadie me corrija, estarla viendo.
sábado, 2 de junio de 2018
miércoles, 4 de abril de 2018
No es fácil encontrar una bolsa de plástico danzando a merced del viento. Si la ves, párate a mirarla, olvida que estás hecho de carne de derrota; que no eres más que un puñado de huesos expuestos a la humedad de los pozos. Si ves una bolsa de plástico ofrecida a la voluntad de la intemperie, estate quieto, calla; mira sólo esa bolsa única entre todas esas bolsas que, pudiendo ser como ella, no son más que un pedazo de plástico detenido a expensas de los zapatos de un hombre caminando solo hacia quién sabe qué casa donde esta noche no lo esperan con ganas.
jueves, 8 de marzo de 2018
jueves, 15 de febrero de 2018
Me escribe un buen amigo para decirme que afortunadamente todo ha quedado en un susto. Dice que jamás vio la sangre correr tan rápido: que la carne era una fuente, que la carne era una fiesta. Que el terciopelo negro eran dos ojos y que yo sonreía cuando nadie lloraba mi muerte. Es un hipócrita, por eso le he prometido ya no más con los dedos cruzados. Él es feliz porque sabe que sé cómo cortar para que todo quede apenas en unos pocos amigos a mi alrededor sintiendo lástima. Me ha despertado con un golpecito en el brazo derecho.
A la hora de la sobremesa, y muy cerca de aquí, el canto del mirlo; la ligera brisa que pretende guardarlo en secreto y el jugueteo de una pareja de verderones testigos, satisfechos, y despreocupados. Allá, en aquel arriate, el caracol que imagino entre las hojas de la hierbabuena dando casi por finalizado su quehacer diario.
He venido a regar los jardines, es pronto para que se ponga el sol, pero ya puedo apreciar fácilmente cómo va cayendo, sin ninguna prisa, casi sin fuerza, sobre aquellas llanuras amarillas, o acaso es mi corazón y me lo callo.
Irremediablemente pienso en ti, que no estás tan lejos.
martes, 13 de febrero de 2018
miércoles, 7 de febrero de 2018
viernes, 12 de enero de 2018
miércoles, 10 de enero de 2018
lunes, 8 de enero de 2018
La historia de mi abuela es la de una mujer que, además de regalarme para reyes un pijama y unas zapatillas para andar por la casa, se encuentra en la calle una moneda de veinte céntimos, que brilla como el arco iris, parece magia, y me dice: —toma, que los he cogido del suelo, a ver si te traen suerte. Yo, que la miro mientras toma la moneda con las manos y me la entrega, veo en su cara algo que no sabré decir, que acaso imagináis, y sonreímos los dos como recuerdo haber sonreído cuando recibí el primer mensaje de un amor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)