Con las manos extendidas al fondo del cielo en busca de margaritas preciosas necesito una escalera, pues mis manos no alcanzan ni alcanza la voz a hablar con dios culpable. Sólo la poesía y una confianza ciega parecen estar de nuestro lado amor. Me duele escribir esta carta de otro puño y otra letra y me duele no saber a quién le dolerá no comprender entre líneas. Sonríe siempre. Te queremos.
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