domingo, 13 de noviembre de 2016




     Amanecido el día, se sienta junto a la ventana. Pocas miradas parecen ir más allá del infinito pero ella ya ha indagado en lo más hondo de lo impalpable. Procuro que nadie le pida cuentas. No necesita esconder la nostalgia y la pena por el ausente: se le nota lo frío de la derrota y creo que por eso la amo. 
     Yo, al otro lado del país, junto a la ventana de la 244, con la poca fuerza que me queda y con una débil fe en que alguien me escuche, escribo esta carta para pedir otra vez entregar mi vida a cambio de que él vuelva con ella. Pero en este lugar casi todo se cura y la voluntad de un alma buena aquí no vale nada. Esta vez ella no sabe que estoy aquí. Alguien ha tocado el espejo sin cuidado y lo ha roto.




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