Ardua tarea describir tanto silencio. Siempre había creído que el agua no entiende de oportunidades. Un día llegué a desprenderme de todo lo que había aprendido pero ni aun con esas. Sólo tenía diez y nueve años y era ese niño guapo y cariñoso. Lo escribo sin otra pretensión que hacer testigos antes de volver a intentar, a la manera de la poeta, hundirme en las profundidades. La barca quedará libre de culpa y yo, vivo, otra vez.
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