El niño que jugaba con las oportunidades de los otros, si no se metía en camisas de once balas el mal día lo tenía asegurado. Le hablaban de amor y entonces era cuando más tenía qué decir. El premonitorio final de la tarde a pasos violentos le incomodaba, pero no había más que estrenar su nueva sonrisa. No había quedado con ella, pero la esperaba siempre.
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