viernes, 22 de abril de 2016




Iré a verte todos los meses. A partir de aquí soy dueño de las diez y dieciocho minutos de la mañana, dueño de un futuro que comienzo a imaginar sin ayuda de nadie y responsable de que soñarme esta noche en medio de una multitud de gente tenga mucho que ver con la desaparición de una timidez a la que me creía condenado y para la que ahora, con una ilusión aparentemente semejante a la ilusión nueva de cada día, en forma de recuerdo, estoy encontrando remedio; de salir a la calle, con la única pretensión de ver sonreír a mis vecinos; de caminar sin prisa disfrutando de la sinuosa melodía que me ofrece una pareja de gorriones que halla su hogar en el balcón de enfrente de casa, no sin pasar por la biblioteca sólo por respirar el aire que ahí se respira; y de agachar la cabeza sin miedo a que me miren cuando una golondrina se abalanza hacia mí con una velocidad que intento calcular y que, irremediablemente, me hace pensar en la velocidad con que pasará el tiempo hasta el primer mes en que vendrás a verme.




No hay comentarios:

Publicar un comentario