viernes, 20 de mayo de 2016




     Todos los niños tienen miedo a que se les pase por la cabeza saltar en el último momento, que sería el momento preciso. No quisieran ver la estrepitosa marcha al caminar de sus conciencias hacia el arrepentimiento, y no lo harán. Cerrarán los ojos, contarán ovejitas, estarán siempre preparados para llevar a cabo el mismo plan de evacuamiento que en cualquier simulacro de incendio. Esto en la vida, que para ellos nunca es mentira. El amor, que suele ser un amor platónico, es otra cosa. Los niños en el amor visten cada día un ato limpio, no se manchan, no saben mancharse, hablan del balcón florido como si en los cuentos no existiera el dolor, como si la princesa siempre saliera ilesa, hasta que una pedrada, un balonazo, una bofetada repentina en el parque les hace brotar la primera lágrima, y empiezan a compararlo todo con la vida, y se dan cuenta de que no sería tan difícil saltar en el último momento.





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