Apenas rastro de lo que vi ni siquiera sombra perdura. Quise buscarlo bajo tu abrigo, sin hacerte ningún daño. Espero, pues, pero no lo mencionan los niños y entorno los párpados, tengo cogida tu mano y ahora sí: resulta que soy yo quien guarda el secreto desde siempre -a salvo- el lugar donde nacen los charcos, y al mirarte a la cara es como si me descubriera en ti y en tu hija.
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