martes, 26 de julio de 2016





     Dicen de un hombre diminuto, yo diría enano, tímido, así como cómodo en su pompa de jabón, que sólo salía al mundo en busca de los víveres necesarios para una larga temporada en su frío y transparente hogar donde, al contrario de lo que pensáis, nadie desde afuera podía ver a qué dedicaba su tiempo libre. Era un hombre bueno, un hombre feliz en su abstracta realidad, tan distante del mundo que todos conocemos y tan despreocupado de todo salvo de su futuro: conocer mujer, formar una familia, tener una casa en el campo. A menudo pensaba estas cosas, lo que hizo que acabara tomándole un gusto exquisito a esos paseos matinales por los alrededores de su burbuja. Así fue como, un cinco de abril, martes por la mañana, uno de esos giros repentinos que de vez en cuando da la vida hizo que, de la misma inercia de rotación la pompa estallara, dejando al hombrecito afuera, indefenso y asustado, expuesto tal y como era a una mujer y a su hija, con quienes meses después pudimos saber que hubo formado una familia. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario