-Es
necesario concienciar a la gente de que la felicidad es tarea responsable que
cargamos a la espalda de nosotros mismos y para con los demás y que, como mujer
o juventud, es un dolor que hemos de superar demasiado pronto. A lo largo de
una interminable escala de blancos lloran nuestros ojos ante la emoción
desconocida que nos hace considerar las cosas dos veces, en cambio sabemos que
no es propiamente pena ni dolor. Todavía no sabemos de qué se trata, en qué
terreno fangoso jugamos. La felicidad tiene ojos, y boca; respira si la
acaricias. Dadme el tiempo necesario para el olvido, dice, y seré lo que
estabais esperando.
En días como hoy pido un deseo: que esta lágrima que cae
como tiro de gracia sea de felicidad y hablo con ella. Me dice que no hacía
falta pedirle nada, que en días como hoy la melancolía es un triunfo del
hombre, más si has aprendido a mostrarla sin miedo.
-Sí, pero qué fácil es hacer daño a las personas que
queremos. Me cuesta creer que de tanto arrepentimiento que acumulan mis huesos,
la celebradísima felicidad de un cumpleaños ya no sea de mi incumbencia, que no
sea ya de mi incumbencia la sombra que no ve porque la gente que solía
sonreirme, casualmente sin otro interés que verme sonreír a mí, ya no está. Y
dónde está el descarado que patentó mi nacimiento. Si tal vez mañana los
hombres enamorados me convencieran, yo cerraría todas las puertas y me escondería.
-Feliz día, Jesús, amigo mío. Intenta no parecer demasiado
triste, y no le des demasiadas vueltas a la idea de que la única persona que te
hace feliz olvidó el día de tu cumpleaños. De las vueltas que da la vida no
puedo decirte nada, pues no todos interpretamos de igual manera las piedras del
camino.
-Ya, si yo la quiero; mira si la querré, que en lo que dura
este diálogo habrás podido notar cómo algunas palabras importantes han salido
de mis labios en forma de susurro.
-¿Y ya está? ¿Así piensas dejar a tus lectores?
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