viernes, 2 de diciembre de 2016




     -Es necesario concienciar a la gente de que la felicidad es tarea responsable que cargamos a la espalda de nosotros mismos y para con los demás y que, como mujer o juventud, es un dolor que hemos de superar demasiado pronto. A lo largo de una interminable escala de blancos lloran nuestros ojos ante la emoción desconocida que nos hace considerar las cosas dos veces, en cambio sabemos que no es propiamente pena ni dolor. Todavía no sabemos de qué se trata, en qué terreno fangoso jugamos. La felicidad tiene ojos, y boca; respira si la acaricias. Dadme el tiempo necesario para el olvido, dice, y seré lo que estabais esperando.
En días como hoy pido un deseo: que esta lágrima que cae como tiro de gracia sea de felicidad y hablo con ella. Me dice que no hacía falta pedirle nada, que en días como hoy la melancolía es un triunfo del hombre, más si has aprendido a mostrarla sin miedo.
     -Sí, pero qué fácil es hacer daño a las personas que queremos. Me cuesta creer que de tanto arrepentimiento que acumulan mis huesos, la celebradísima felicidad de un cumpleaños ya no sea de mi incumbencia, que no sea ya de mi incumbencia la sombra que no ve porque la gente que solía sonreirme, casualmente sin otro interés que verme sonreír a mí, ya no está. Y dónde está el descarado que patentó mi nacimiento. Si tal vez mañana los hombres enamorados me convencieran, yo cerraría todas las puertas y me escondería.
     -Feliz día, Jesús, amigo mío. Intenta no parecer demasiado triste, y no le des demasiadas vueltas a la idea de que la única persona que te hace feliz olvidó el día de tu cumpleaños. De las vueltas que da la vida no puedo decirte nada, pues no todos interpretamos de igual manera las piedras del camino.
     -Ya, si yo la quiero; mira si la querré, que en lo que dura este diálogo habrás podido notar cómo algunas palabras importantes han salido de mis labios en forma de susurro.
     -¿Y ya está? ¿Así piensas dejar a tus lectores?




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