jueves, 4 de mayo de 2017




     Hay posturas al dormir, conductas tras las cuales no somos los mismos, obrares de la gente que conocemos un día y desaparecen, emociones que llevamos escritas como destino, y hasta incluso gestos cotidianos con algunas partes de la faz, que producen sus propios ruidos. El moverse mamá de punta a punta del pasillo, el discurrir de los primeros minutos de la mañana o el pararse a escuchar los pájaros de todos los días, el silencio ecófilo que dice que también hoy te echaré de menos y la coma impropia que separa lo que está bien dicho de lo que no, la mirada del miedo, la siempreprisa del tiempo, la conjugación preciosa de tu cuerpo junto al mío tardes que ya han pasado y que, aunque otras vengan, nunca volverán. Hay posturas rotas como silencios sobrecogidos. Al dormir, y también al decirnos que estamos despiertos. Y terminar esta carta como todas, con unos versos increíblemente grabados en la memoria: Unos tuvieron el amor que pasa. / Otros tuvieron el amor que dura, Carmelina Soto.




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