jueves, 4 de mayo de 2017






—¿Les echo de comer para que se acerquen? 
Por no decir cualquier cosa, porque cuando estoy tranquilo y feliz conmigo mismo se me nota en cuanto digo, preferí callar. No, espera, dije sí.
—Vale, —dije— y sonreí.
También recuerdo que en un alegre intento por que ella sonriera, porque bien sabe dios que no me gusta sonreír solo, añadí:
—¡Uy! Si tengo la cámara apagada. 
Es evidente que era broma. Logré fotografiarlos. Olía a libro viejo, a antiquísima memoria de los más ancianos de Madrid. Me volví hacia las casetas de la feria y seguí buscando algunos títulos de Alejandra Pizarnik. La miré. Ella seguía comiendo de aquella bolsa de patatas, era gracioso ese movimiento y por un momento sentí como si todo lo que me importara fuera el hambre de los que pasan hambre en el mundo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario