viernes, 30 de junio de 2017




     Con lo bien que le quedaba soñar, el tiempo florecido, a espaldas de la tarde, pestañas sofocadas cual incendio provocado, o tormenta de verano, sólo ruidosa, apenas chubasco prometido: no le queda más que observarlas cansadas de mantener un inútil vuelo; ya se sabía que de tanto y tan pronto. Y la costumbre de convertir, oníricamente, el deseo en chicle indigerible; y va osado y se lo dice: te amo. Y ella disimula bien que le importara, como si todo lo que le importa es que él esté bien, al menos, pero mantenerle ahí, como los trenes, y luego está el cuerpo ahogado de Storni resistiendo el alma, escribe cuentos para ella misma / para sujetarse y en un hilo ni de leyenda ni de vitalidad espera multitud de aplausos. E ir, el niño bueno irá pero cuándo.




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