viernes, 27 de mayo de 2016




Aquello que bajó inquisitivo la cremallera de tu abrigo sin dejar de mirarte a los ojos, por ejemplo; el fino aleteo de la marcha al caminar de aquella mariposa que nunca antes había visto; aquello que con la yema de sus dedos acariciaba dulcemente tu espalda, todo estaba ahí sólo por ti, era el cariño que te tengo. Qué temes, no podía quitarme de la cabeza esas palabras, no quería hacerte daño: Agarra una serpiente fuerte entre tus manos y, para con el miedo, que no porque no lo veas no existe ni es frágil ni se ahoga en un vaso de agua, tendrás la mitad del trabajo hecho. Pero no respondas ahora, que ahora que ya no estoy contigo, quien teme soy yo. Lo que no sé es porqué me has dejado volver.








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