miércoles, 22 de marzo de 2017




     Me conformo con que las aves canten las mismas cosas y las iglesias altas sean tan conocidas como en mi pueblo donde te mirabas al espejo y te quitabas una pestaña o un granito para que yo te fotografiara mientras algo me hacía pensar que te decías a ti misma que ni eres poeta ni lo pretendes. Con frecuencia suenas todavía en el hueco de la piscina y la fuente de ladrillo antiguo se ha encendido y no la has visto. No volveré a aquella casa donde de pronto dijiste vete y guarda un asiento para mí. El concierto dio comienzo con algo de retraso y cuando llegaste, no sólo dedicamos el tiempo de la música a mirarnos de reojo y a tocarnos las manos sino a procurar seguridad para una relación que acababa de empezar. Recuerda siempre que abandonamos el aula al primer error de aquellos dedos sometidos en un piano a la bella dificultad del Hallelujah de Cohen.




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