Amanece un hermoso día, antes siempre uno de tantos días desapercibidos en que el mundo se come sin hambre; el niño insolente que es insolente por lo que carga a la espalda de pronto suspira y nota un ligero alivio.
-Sí, sin duda es un hermoso día pero dónde están mis males, -me recrimina dañino en su mirar- de qué adolezco que no me acuerdo.
Un día que seguramente acabará de la misma manera que ha empezado: Amanece un hermoso día...
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