martes, 23 de mayo de 2017




     Para hablar de la tarde en que la conocí me voy a lavar las manos y me frotaré los ojos con sumo afán. Habían prendido fuego a las casas viejas del barrio noble y los viejos del lugar andaban buscando culpables que dieran cuentas. Mi familia y mis amigos ya se habían despedido de los que a su vez creyeron siempre que nunca les faltarían y, como el que a falta de lo que siempre olvida lo tiene todo preparado, haciendo así con las manos entonaban aquello de Miguel Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío antes de dejarnos solos hasta hoy. Nos habían destituido y quedaríamos encantados con aquello: tú, con tu trabajo y la alegría de querernos; yo, con todos estos lagos y estos cuentos.




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